Nos ayuda saber que Satanás es completamente predecible. Él
ha usado la misma estrategia y las viejas artimañas desde la creación. Todas
las tentaciones siguen el mismo modelo. Por eso Pablo dijo: “No ignoramos
sus artimañas”. De la Biblia aprendemos que la tentación sigue
un proceso de cuatro pasos, los mismos que Satanás usó tanto con Adán y Eva
como con Jesús.
En el primer paso, Satanás identifica un deseo dentro
de ti. Puede ser un deseo pecaminoso, como el de venganza o de manipular a
otros, o puede ser uno legítimo y normal, como el deseo de ser amado y valorado
o de sentir placer. La tentación empieza cuando Satanás te sugiere (con un
pensamiento) que cedas a un deseo malo o que se cumpla un deseo legítimo de
manera equivocada o en el momento errado. Ten siempre cuidado con los atajos.
¡A menudo son tentaciones! Satanás susurra: “¡Te lo mereces! ¡Debes tenerlo
ahora! Será emocionante... reconfortante... o te hará sentir mejor”.
Pensamos que la tentación está alrededor de nosotros, pero
Dios dice que empieza dentro de nosotros. Si no tuvieras ningún deseo
interno, no podría atraerte. La tentación siempre empieza en tu mente, no en
las circunstancias. Jesús dijo: “Porque de adentro, del corazón humano, salen
los malos pensamientos, la inmoralidad sexual, los robos, los homicidios, los
adulterios, la avaricia, la maldad, el engaño, el libertinaje, la envidia, la
calumnia, la arrogancia y la necedad. Todos estos males vienen de adentro y
contaminan a la persona”. Santiago nos dice que hay “un
ejército de malos deseos dentro de nosotros”.
El segundo paso es la duda. Satanás trata de conseguir que
dudes de lo que Dios ha dicho sorbe el pecado: ¿Es realmente malo? ¿Es verdad
que Dios dijo que no lo hagas? ¿No será que Dios dio esta prohibición para otra
persona o para otra época? ¿Acaso Dios no quiere que yo sea feliz? La Biblia
advierte: “¡Tengan cuidado! No permitan que los malos pensamientos o las
dudas hagan que alguno de ustedes se aparte del Dios vivo”.
El tercer paso es el engaño. Satanás es incapaz de
decir la verdad; la Biblia lo llama “el Padre de mentiras”. Cualquier cosa que te diga será falsa o simplemente una verdad a medias.
Satanás ofrece su mentira para reemplazar lo que Dios ya ha dicho en su Palabra.
Satanás dice: “No morirás. Serás tan sabio, como Dios. Puedes salirte con la
tuya. Nadie lo sabrá. Resolverás tus problemas. Además, todos lo hacen. Sólo es
un pecado pequeño”. Pero un pecado pequeño es como estar “un poco embarazada”:
finalmente quedará en evidencia.
El cuarto paso es la desobediencia. Al final te
comportarás de acuerdo con lo que estuviste maquinando en tu mente. Lo que
comenzó como una idea al fin sale a luz en la conducta. Cedes ante lo que capte
tu atención. Crees las mentiras de Satanás y caes en la trampa de la que te
advierte Santiago: “Cada uno es tentado cuando sus propios malos deseos lo
arrastran y seducen. Luego, cuando el deseo ha concebido, engendra el pecado; y
el pecado, una vez que ha sido consumado, da a luz la muerte. Mis queridos
hermanos, no se engañen”.
CÓMO VENCER LA TENTACIÓN
Entender cómo opera la tentación ya es en sí mismo útil,
pero hay pasos específicos que necesitas dar para vencerla.
Rehúsa ser intimidado. Muchos cristianos se asustan y
se desmoralizan con pensamientos tentadores, se sienten culpables porque no
están “por encima” de la tentación. Se sienten avergonzados por el solo hecho
de ser tentados. No han entendido correctamente en qué consiste la madurez. Nunca
podremos dejar atrás la tentación.
En un sentido puedes considerar la tentación como un
cumplido. Satanás no tiene que tentar a los que están haciendo su mala
voluntad; ya son de él. La tentación es una señal de que Satanás te odia, no de
tu debilidad o mundanalidad. También es una parte normal del ser humano y del
hecho de vivir en un mundo caído. No te sorprendas ni te asustes o descorazones
por ser tentado. Sé realista en cuanto a la incapacidad de evitar la tentación;
nunca podrás evitarla completamente. La Biblia dice: “Cuando sean tentados...”,
no dice “si son tentados”. Pablo aconseja: “Ustedes no han sufrido
ninguna tentación que no sea común al género humano”.
No es un pecado ser tentado. Jesús lo fue, sin embargo nunca
pecó. La tentación sólo se convierte en pecado cuando cedes ante
ella. Martín Lutero dijo: “Usted no puede impedir que los pájaros vuelen encima
de su cabeza, pero puede impedir que hagan un nido en su pelo”. No puedes
impedir que el diablo te sugiera determinados pensamientos, pero si puedes
decidir no darles cabida o actuar con base en ellos.
Por ejemplo, muchas personas no distinguen la diferencia que
hay entre la atracción física o la excitación sexual y la lujuria. No son lo
mismo. Dios nos creó como seres sexuales, y eso es bueno. La atracción y la
excitación son respuestas naturales, espontáneas y dadas por Dios a la belleza
física, mientras que la lujuria es un acto deliberado de la voluntad.
La
lujuria es la opción de cometer en tu mente lo que te gustaría hacer con tu
cuerpo. Puedes sentirte atraído o incluso excitado y, sin embargo, decidir no
pecar por lujuria. Muchas personas, sobre todo los varones cristianos, se
sienten culpables porque las hormonas que Dios les dio se les alborotan. Cuando
automáticamente una mujer atractiva les llama la atención, suponen que es
lujuria y se sienten avergonzados y condenados. Pero la atracción no es lujuria
hasta que se le da cabida.
Realmente, cuanto más te acercas a Dios, tanto más Satanás
tratará de tentarte. En cuanto llegaste a ser un hijo de Dios, Satanás, como un
mafioso que contrata asesinos a sueldo, “puso precio a tu cabeza”. Eres su
enemigo, y él está tramando tu caída.
A veces, mientras oras, Satanás sugerirá un pensamiento raro
o malo simplemente para distraerte y avergonzarte. No te alarmes ni te
avergüences por eso, pero comprende que Satanás le tiene miedo a tus oraciones
e intentará hacer cualquier cosa para detenerlas. En lugar de condenarte con
“¿Cómo se me ocurrió un pensamiento así?”, piensa que es una distracción de
Satanás e inmediatamente vuelve a concentrarte en Dios-
Reconoce lo que te tienta y prepárate. Ciertas
situaciones te hacen más vulnerable a la tentación que otras. Algunas
circunstancias te harán tropezar casi de inmediato, mientras que otras no te
molestarán mucho. Estas situaciones son particulares para tus debilidades y
necesitas identificarlas porque ¡Satanás las conoce con toda seguridad! Él sabe
exactamente qué es lo que te hace tropezar y trabaja constantemente para
ponerte en esas circunstancias. Pedro advierte: “Manténganse en alerta. El
diablo está en posición para saltar; y anda le gustaría más que encontrarlos
tomando una siesta”.
Pregúntate: “¿Cuándo me siento más tentado? ¿Qué día
de la semana? ¿A qué hora del día?” Pregunta: “¿Dónde me siento más
tentado? ¿En el trabajo? ¿En casa? ¿En la casa de un vecino? ¿En un centro
deportivo? ¿En el aeropuerto o en un motel fuera de la ciudad?”.
Pregúntate: “¿Quién está conmigo cuando soy más
tentado? ¿Los amigos? ¿Los colaboradores? ¿Una muchedumbre de extraños? ¿Cuándo
estoy solo?” También pregúntate: “¿Cómo me siento por lo general cuando
soy más tentado?” Puede ser cuando estás cansado o solo o aburrido o deprimido
o bajo estrés. Puede ser cuando sientes que te han lastimado o estás enfadado o
angustiado, o después de un gran éxito o cuando espiritualmente te sientes en
la cima.
Debes identificar tu modelo particular de
tentación y luego prepararte para evitar esas situaciones tanto como sea
posible. La Biblia nos dice repetidamente que nos anticipemos y estemos listos
para enfrentar la tentación.11 Pablo dijo: “No le den ninguna
oportunidad al diablo”. La planeación sabia reduce la
tentación. Sigue el consejo de Proverbios, que nos aconseja: “Planeen
cuidadosamente lo que hacen... Eviten el mal y caminen directamente hacia
delante. No se desvíen ni un paso del camino correcto”.“El
pueblo de Dios evita los caminos malos, y se protege mirando por dónde va”.
Pídele ayuda a Dios. El cielo tiene una línea abierta
para las emergencias las veinticuatro horas del día. Dios quiere que le pidas
ayuda para superar la tentación. Él dice: “Llámame cuando estés angustiado;
yo te libraré, y tú me honrarás”.
Yo llamo a esto una oración “microondas” porque es rápida y
a punto: ¡Socorro! ¡SOS! ¡Ayuda! Cuando la tentación azota, no hay tiempo para
mantener una conversación larga con Dios; simplemente clamamos a Dios. David,
Daniel, Pedro, Pablo, y otros millones, han orado este tipo de plegaria
instantánea pidiendo ayuda en medio de los problemas.
La Biblia garantiza que nuestro clamor por ayuda será oído
porque Jesús se solidariza con nuestras luchas. Él enfrentó las mismas
tentaciones que nosotros. Él “entiende nuestras debilidades, porque Él
enfrentó todas las mismas tentaciones que nosotros, sin embargo, Él no pecó”.
Si Dios está esperando para ayudarnos a derrotar la
tentación, ¿por qué no nos volvemos a Él más a menudo? A decir verdad, ¡a veces
no queremos que nos ayude! Preferimos ceder a la tentación aunque
sabemos que es malo. En ese momento pensamos que sabemos lo que es mejor para
nosotros más que Dios.
En otros momentos nos avergonzamos de pedirle ayuda porque
seguimos cediendo a la misma tentación una y otra vez. Pero Dios nunca se
irrita, no se aburre ni se impacienta cuando seguimos recurriendo a Él. La
Biblia dice: “Por lo tanto, tengamos confianza y acerquémonos al trono de
Dios, donde hay gracia. Allí recibiremos misericordia y hallaremos gracia para
ayudarnos exactamente cuando la necesitamos”.
El amor de Dios es eterno, y su paciencia es para siempre.
Si tienes que clamar pidiéndole ayuda a Dios doscientas veces al día para
derrotar cierta tentación en particular, Él estará más que dispuesto a
brindarte su misericordia y su gracia, así que acércate a él con confianza.
Pídele que te dé poder para hacer lo correcto y luego espera que te lo
proporcione.
Las tentaciones nos mantienen dependiendo constantemente de
Dios. Así como las raíces crecen más firmes cuando el viento arrecia contra un
árbol, cada vez que resistes una tentación te asemejas más a Jesús. Cuando
tropieces y
tropezarás no pienses que es una fatalidad. En lugar de ceder o rendirte, mira a Dios,
espera que Él te ayude, y recuerda la recompensa que te espera: “Dichoso el
que resiste la tentación porque, al salir aprobado, recibirá la corona de la
vida que Dios ha prometido a quienes lo aman”.